miércoles, 25 de agosto de 2010

Boletin 59 La Misión Continental

17 de Agosto de 2008
Hoy, domingo 17 de agosto, en Quito, Ecuador, se lleva acabo el lanzamiento oficial de la Misión Continental, con la participación de la Presidencia del CELAM y de los Presidentes de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe. La Misión Continental se convierte en el gran desafío de Aparecida, que implica el compromiso de todos los bautizados; es la toma de conciencia de la Iglesia por vivir una experiencia que la lleve a un estado permanente de Misión. No puede ser por lo tanto, un momento para encender la hoguera y dejar que el viento sople sobre el brasero, hasta que se apague el fuego encendido. Tiene que ser un acontecimiento de gracia, un kairós, que anime la “vocación misionera de los cristianos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad para que todas las comunidades cristianas se pongan en estado permanente de misión” (Orientaciones para la Misión Continental. C. I. n. 2). Debe ser un camino de fe y esperanza, de pasar de la pasividad a la acción, a convicciones profundas, a una fe coherente, de un anuncio (kerigma) que lleve a revitalizar el encuentro con Cristo vivo y a despertar el sentido misionero, es decir: “salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos, para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y esperanza” (DA 548).
Así que, invito a cada lector: levántate, no tengas miedo, no estás solo, Cristo hace camino contigo. Responde generosamente a la llamada del Señor y sé un misionero. Como el profeta Isaías, escucha la voz de Dios: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí? y responde con prontitud: “Aquí estoy, Señor, envíame” (Is. 6,8), como los apóstoles, que “dejándolo todo” (Lc 5,11), siguieron a Jesús, dile hoy al Señor: “Señor quiero ponerme en tus manos, haz de mi un instrumento de tu amor y tu misericordia”; como la Virgen María, responde al Señor: “aquí está tu esclava”, tu servidor, “hágase en mi, según tu palabra” (Lc 1,38).